miércoles, 29 de febrero de 2012

Días de vuelo

Intuía su sonrisa bajo la manta al verme entrar por la puerta, aunque solo podía verle los ojos mirándome. Era llegar y vaciarme los bolsillos, llenando sus estantes con mis cosas, a veces traía dulces para endulzar la tarde si estaba enferma.Yo no conocía limites, solo eramos mis ganas y yo, la valentía y la velocidad, mis virtudes, yo corría por las calles esquivando los coches y la muerte, yo me refugiaba en el perfume de su pelo. Yo notaba latir con fuerza el corazón, cuando de noche contaba sus lunares. La gente no quería que yo sufriera, la gente no me entendía, pero eran tan preciosos los paisajes desde el tren a las seis cuando se ocultaba el sol de invierno. También lloré una vez en su pecho contándole lo que a nadie me había atrevido contarle, luego movíamos de sitio la cama y nos refugiábamos en ella, la persiana bajada y las luces apagadas. El mundo era nuestro, el calor compartido. Las sabanas el techo, nosotros dos niños descubriendo la felicidad de recordar la belleza de la infancia, volábamos agarrados de las manos, con fuerza.

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