No conoció sensación más grande que el amor, más bella y más fuerte. La superpuso a la vida, donde todo se encontraba pero todo era olvidado, no le importaba morir por amor, porque para aquel individuo estaba por encima de la vida y la muerte, loco suicida incomprendido e inmortal, siempre corriendo, siempre viviendo al extremo del dolor y del placer, siempre saboreando la máxima ferocidad de las emociones.
No le queda vida por experimentar, ni muerte que le cure. La valentía es lo único bueno que le queda y ya de nada le sirve. Todas las drogas y todos los vicios, haciendo eco en los días de una existencia que nunca alcanzará un significado ni un sentido, existencia perdida, chico ahogado en la maraña que forman las vidas de los que no consiguen comprenderle. Las palabras no le salvan y solo en algunas noches encuentra consuelo en la música.
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